Hoy en día no es raro que nuestros estantes del cuarto de baño y la alacena estén llenos de productos de cuidado personal y de limpieza del hogar. Todos ellos con llamativos nombres comerciales y etiquetas que prometen el tratamiento más efectivo de cada necesidad específica que tengamos para nuestro cuerpo y para nuestra casa.
Quitagrasas para el horno, desinfectante para el WC, limpiacristales, limpiador para la encimera, limpiador de alfombras, desodorizador para la basura… Y en la sección de cosmética tenemos también todo tipo de champús, acondicionadores, cremas de manos, de pies, de rostro (para el día, para la noche y para la siesta a media tarde) y de cuerpo entero.
¿Es realmente necesario tener un producto específico para cada cosa, productos además en su mayoría consistentes en ingredientes altamente procesados y tóxicos?

En el caso de la cosmética, por suerte cada día más marcas están apostando por ingredientes naturales y respetuosos con la piel y el medio ambiente, y aunque este es un gran avance, todavía la filosofía detrás de muchas de estas empresas es hacernos dependientes de multitud de productos distintos revestidos de una apariencia de gran sofisticación y alta tecnología, como si estos productos nacidos en un laboratorio nada tuvieran que ver con los ingredientes naturales que tenemos todos a nuestro alcance.
Muchos de los sofisticados ingredientes que encontramos en las cremas de rostro podríamos sustituirlos por otros ingredientes más humildes e igualmente poderosos, como los aceites vegetales (de almendras, argán, aguacate, jojoba…), las arcillas y las mantecas, los cuales con el añadido de unas pocas gotas de aceite esencial pueden proporcionar a nuestra piel y cabello todo lo que necesita.
En el caso de la limpieza del hogar, la industria ha hecho un buen trabajo haciéndonos creer que es imprescindible un producto formulado en laboratorio que sustituye a ingredientes de larga tradición como el vinagre, el bicarbonato y el jabón. Que necesitamos lo más “potente” para limpiar nuestro hogar y que para ello necesitamos unas determinadas marcas.

También hemos sido condicionados a asociar el olor de lo limpio con el olor de los químicos que contienen estos productos. En realidad, lo limpio no huele en absoluto. El olor a vinagre, que se solía usar en la limpieza del hogar, desaparecía a los pocos minutos y no dejaba ningún rastro. El perfume que hoy en día se agrega a los productos de limpieza nos hace pensar que nuestro hogar está libre de patógenos, cuando en realidad está lleno de tóxicos. (No sucede lo mismo con los olores de los productos de limpieza naturales, que son a base de aceites esenciales y otros compuestos seguros, aunque en cualquier caso hay que leer con cuidado la etiqueta).
Al reclamar nuestra soberanía sobre lo que nos ponemos en el cuerpo y sobre aquello con lo que limpiamos nuestro hogar, descubrimos que no nos hacen falta muchas de aquellas cosas que antes creíamos que eran imprescindibles. Descubrimos que podemos cuidarnos y cuidar nuestra casa por nosotros mismos, adaptando las recetas a nuestras necesidades específicas y asegurándonos de la procedencia y la calidad de cada uno de los ingredientes.
En el momento en el que empiezas a reemplazar estos productos comerciales por los tuyos propios te das cuenta de que eres tú quien decide, que con pocos ingredientes puedes hacer mucho, que no hacen falta tantas cosas con apariencia sofisticada y precios elevados. Cuando eres tú quien hace las cremas que te vas a poner, eliges lo mejor, ecológico y de la más alta calidad. Cuando son otros, no sabes realmente lo que estás poniendo sobre tu piel.

Además, te das cuenta de que resulta mucho más económico hacerlo así. Los carísimos detergentes que son fundamentalmente agua se pueden sustuir por jabón y bicarbonato, productos que se pueden conseguir en cualquier sitio y que puedes mezclar como a ti te guste. Las mascarillas del pelo se pueden hacer en casa con aceite de coco y esencias que vayan bien a tu pelo. Pasta de dientes, desodorante, exfoliante, mousse corporal… Desengrasante, suavizante, friegasuelos, antical… Todos estos productos se pueden hacer en casa con pocos ingredientes y gastando poco dinero.
También ahorrarás envases, muchos envases. Cada botella de plástico que no se puede reciclar va a parar al vertedero o, peor, a las islas de plástico que contaminan el Pacífico, y la naturaleza no puede seguir nuestro ritmo de consumo desaforado. Tenemos que reducir la velocidad, reducir la cantidad de cosas, o un día la Madre Naturaleza nos parará en seco. Cada uno de nosotros contribuimos a reducir o a aumentar la velocidad y la complejidad de esta sociedad, y cada día podemos decidir qué posición tomamos al respecto.
Una pregunta que me hago a menudo porque me proporciona una perspectiva más amplia es, “¿Qué es lo que se hacía antes?” La respuesta suele indicarme algo muy sencillo. ¿Cómo se lavaba antes la ropa? Con jabón. ¿Cómo se lavaban antes las superficies? Con vinagre. ¿Cómo se hidrataba el cuerpo? Con aceites vegetales simplemente.

Esto no significa que siempre lo que se hacía antaño era superior, tan solo era diferente y funcionaba, mejor o peor en según qué aspectos. Aquí es donde usaremos nuestra discriminación y pensamiento crítico. Por ejemplo, antes no teníamos lavadoras, y su llegada ha supuesto una gran mejora de nuestra calidad de vida (y un ahorro de agua, aunque sí suponen un gasto de electricidad). En otros aspectos, no obstante, lo que se hacía antes, en una vida que estaba más alineada con los ritmos naturales, puede ser para nosotros una brújula en nuestro camino para recuperar la simplicidad, la vida pausada y nuestra conexión con la naturaleza.
La vida simple, alineada con la naturaleza, nos invita a que nos deshagamos de todo lo que no nos hace falta, a que reduzcamos el ruido y nos quedemos con lo esencial, a que bajemos las revoluciones, a que simplemente seamos, aquí y ahora, en lugar de correr hacia un futuro que no existe. En esta misma filosofía se encuentra el movimiento del residuo cero, la cosmética y la limpieza natural.
Gracias por leerme. Espero que el artículo de hoy haya sido de tu interés y que, si aún no te habías planteado estas cuestiones que comparto hoy contigo, este artículo te haya ofrecido una visión distinta y, espero, esperanzadora. Cuando nos responsabilizamos de nuestro cuidado corporal y del cuidado de los espacios que habitamos, todo un mundo se abre para nosotros y nos permite tomar decisiones sobre muchos otros aspectos de nuestra vida, aspectos que quizás antes creíamos que no dependían de nosotros. Creo sinceramente que movimientos como el residuo cero y la alimentación consciente son las semillas de un poderoso cambio a gran escala, una vuelta al cuidado de un mundo del que todos somos responsables. Cada persona cuenta.

Estoy transitando ese camino, y en él me sirvo a menudo de la guía de Alba, una fantástica mujer que forma parte de mi equipo y que lleva años reduciendo su huella de carbono y utilizando productos naturales que hace ella misma para su cuidado personal y el cuidado del hogar.
Me gustaría invitarte a que, si este tema ha resonado contigo, conozcas un poco mejor el movimiento del residuo cero o zero waste y los cursos online que Alba imparte en Aroa Fernández Academy sobre Productos de limpieza “zero waste” y Cosmética natural “zero waste”.
Igual que cuidamos lo que entra por nuestra boca, así debemos de cuidar lo que absorbe nuestra piel y lo que llena el aire de nuestros hogares.
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