3 mitos sobre la proteína y la alimentación vegetal

La proteína es un macronutriente esencial en nuestra dieta, al igual que los carbohidratos y la grasa. Cuando empezamos a llevar una alimentación más vegetal o 100% vegetariana o vegana, es normal que nos preocupemos por saber si tendremos todos los nutrientes que necesitamos. En la transición seguramente nos vamos a encontrar con algunas creencias erróneas y mitos que son comunes en nuestra sociedad pero que la comunidad científica ha desterrado hace mucho tiempo.

 

Las personas que se hacen vegetarianas o veganas suelen escuchar a menudo la pregunta “¿De dónde sacas la proteína?”. En realidad, las fuentes de proteína vegetal son muy numerosas, y la cantidad de proteína que necesitamos no es un problema para la mayoría de nosotras, salvo que seamos atletas de alto rendimiento, y en este caso es posible que tengamos que hacer aportes extra tanto si llevamos una dieta vegetal como si comemos productos de origen animal.

 

Las proteínas están por todas partes. En las dietas omnívoras los animales no son más que intermediarios entre la proteína de las plantas y nosotras. Cuando empezamos a llevar una dieta más vegetal surge en nuestro entorno y quizás en nosotras mismas, la preocupación sobre si consumimos o no suficiente proteína, si es de buena calidad o la combinamos adecuadamente… Hay muchos mitos en torno a la proteína que pueden llevarnos a confusión o incluso afectar negativamente a nuestra salud si no los examinamos de cerca.

 

En este artículo vamos a ver los diferentes mitos sobre las proteínas, las ideas que tenemos acerca del consumo de proteínas animales y proteínas vegetales, lo que nos indica la ciencia al respecto y cuáles son los riesgos asociados al consumo de proteína animal (TMAO, IGF1, metionina…). La mayor parte de esta información proviene de los apuntes inéditos de la formación de Cocina vegetariana y saludable.

¿Qué son las proteínas?

La palabra “proteína” procede del griego proteios, que significa “primero, de importancia esencial”. Esto nos indica que son muy importantes, ya que representan alrededor del 22% del peso del cuerpo humano. Sin ellas la arquitectura corporal se vendría abajo.

 

Las proteínas son como los ladrillos con los que se edifica la casa del cuerpo. Estos ladrillos están formados a su vez por ladrillitos más pequeños llamados aminoácidos. Las proteínas forman el esqueleto de los edificios de la ciudad del cuerpo, pero también forman los medios de transporte y comunicación. Lo que hace diferente a cada proteína es el tipo de aminoácidos y el orden en que se encuentran. Al estar formadas por combinaciones de 20 aminoácidos, la cantidad de combinaciones posibles es enorme; se forman unos cien mil tipos diferentes de proteínas.

 

De estos veinte aminoácidos hay nueve que se consideran esenciales para el humano y son la histidina, isoleucina, leucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, triptófano y valina. Existen otros 6 aminoácidos llamados “condicionalmente esenciales” que el organismo sintetiza normalmente pero en algunas circunstancias puede ser difícil, siendo necesario aportarlos en la dieta. Son la arginina, cisteína, glutamina, glicina, prolina y tirosina. Los otros 5 se consideran no esenciales porque el cuerpo puede sintetizarlos sin problemas: alanina, ácido aspártico, ácido glutámico, asparragina y serina.

Mitos de la proteína #1: lo más importante en la dieta es la proteína

Las proteínas son fundamentales, pero como en muchas otras cosas en la vida, hay que comerlas en su cantidad justa. Sirven para crecer y mantener lo crecido y hay una cantidad que beneficia a la vida y otra que resulta perjudicial. Un consumo excesivo de proteínas genera un envejecimiento de los tejidos y puede favorecer el crecimiento de tumores.

 

Se ha podido observar en diversas especies animales que un consumo mayor de proteínas y aminoácidos hace que los animales vivan menos tiempo.[1] Cuando se les administra una dieta pobre en proteínas, los animales envejecen más lentamente y alargan su vida. La revista Nature publicó un estudio con tres grupos de ratones sometidos a dietas con una cantidad creciente de proteínas: 10%, 22% y 51%. Los animales alimentados con la dieta más rica en proteínas tenían cuatro veces más posibilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares y el doble de problemas de próstata y renales. Numerosos estudios en humanos han demostrado la asociación del exceso de proteínas en la dieta con el aumento de la resistencia a la insulina y con la diabetes tipo 2.[2]

 

Esto parece chocar con algunos estudios que demuestran los efectos positivos de las proteínas sobre algunos aspectos de la salud a corto plazo. El aumento del consumo de aminoácidos potencia la memoria y la masa muscular, pero a largo plazo se activan los mecanismos de envejecimiento y enfermedad.

 

Hay que tener en cuenta que en el mundo occidental la mayoría de personas ingiere mucha más proteína de la necesaria y los problemas derivados de su ingesta son más bien por exceso que por defecto.

 

Las proteínas son esenciales, pero en una cantidad justa. Podemos obtener naturalmente toda la que necesitamos si llevamos una dieta normal, variada en verduras, cereales y legumbres, y comemos las suficientes calorías. Es extremadamente difícil sucumbir a una deficiencia de proteínas en Occidente, a menos que comamos muy por debajo de nuestras necesidades calóricas o tengamos algunas enfermedades concretas como SIDA. También sería posible sufrir una deficiencia de proteína con una dieta basada únicamente en grasas y azúcares libres (papas, donuts, refrescos azucarados).

 

Del mundo vegetal podemos obtener más que suficiente proteína, especialmente de las legumbres. Una legumbre promedio contiene un 25% de proteína; la soja tiene hasta un 40%. Un cereal integral contiene aproximadamente 12% de proteína, mientras que la quinoa tiene hasta un 18%. E incluso la fruta promedio contiene más del 5% de proteína, destacando el limón con hasta un 15%.

 

En lugar de centrarnos tanto en la proteína, deberíamos buscar más fibra, vitaminas y minerales y fitoquímicos antioxidantes en las distintas variedades de frutas y verduras.

Ilustración 1: Consumo diario de proteínas en omnívoros, semivegetarianos, pescatarianos, lactoovovegetarianos y veganos.[3]

Las recomendaciones para la ingesta de proteínas o ingestas diarias de referencia (RDI) para la población general son de unos 0,8 gramos de proteína por kg de peso corporal y día, unos 40-50 g/día para una persona de peso promedio.[4] Sin embargo, en los países occidentales se está ingiriendo casi el doble. Un estudio reciente observó que el 90 por ciento de los países y territorios del mundo exceden los requerimientos de proteínas.[5]

 

Según datos de España en el 2012,[6] mientras que la RDI es de 54 g/día para hombres y 41 g/día para mujeres, ingerimos una media de 109 g/día y 88 g/día, respectivamente. O sea, estamos ingiriendo más del doble de proteínas de lo necesario, con las consecuencias negativas que esto conlleva.

 

Hay que tener mucho cuidado con las dietas hiperproteicas de adelgazamiento, como la dieta Atkins, la dieta Paleo o la dieta cetogénica, por ejemplo, que aunque consiguen rápidas pérdidas de peso, se logra a costa de una sobrecarga, envejecimiento y deterioro del organismo.

 

¿Necesitan los atletas suplementos de proteínas?

Si eres una persona muy activa y tienes el objetivo de ganar músculo, necesitarás aumentar el aporte de calorías en general, y tener también un mayor aporte de proteínas.

 

La posición de la Asociación Dietética Americana sobre la nutrición y el rendimiento atlético proporciona información adicional específica para atletas vegetarianos. Según esta asociación, las dietas vegetarianas que satisfacen las necesidades energéticas y contienen una variedad de alimentos proteínicos a base de plantas, tales como legumbres, derivados de soja, cereales integrales, frutos secos y semillas, pueden proporcionar proteínas adecuadas sin el uso de alimentos o suplementos especiales.

 

En Green Beans School tienen un artículo muy completo sobre la proteína vegana en dietas de rendimiento deportivo, te lo recomiendo si estás interesada en aumentar la masa muscular con la dieta basada en plantas. 

Placer y propósito vital

El placer genuino, el goce auténtico, viene de la satisfacción de deseos profundos como el de la conexión, intimidad, creatividad, juego, servicio, sentido vital… Por eso la búsqueda del placer va de la mano de la búsqueda del propósito vital.

 

Lo que a mí me da placer es trabajar con personas y ayudarlas a re-descubrirse a través de la alimentación consciente y la nutrición emocional. Hago consultas, talleres y formaciones enfocados a la alimentación y al crecimiento personal y mi trabajo me llena profundamente. Puedo pasarme horas y horas en la cocina o en clase con mis alumnas y después en casa preparando nuevas sesiones porque para mí es enormemente placentero, y no dejo de aprender nunca sobre este tema.

 

Esto es lo que a mí me da placer, pero no es lo que da placer a otras personas que tienen otras habilidades y propósitos. Me viene el ejemplo una de las chicas de mi equipo, María. María es una apasionada de las métricas, el análisis de anuncios y la gestión de redes sociales. Un tema que para otras personas puede resultar difícil o aburrido, ella lo disfruta enormemente y consigue transmitir su pasión por él. Trabajar con personas y hacer que sus negocios digitales crezcan es donde ha encontrado el mayor placer y su propósito.

 

¿Qué es aquello por lo que estarías dispuesta a trabajar aunque no te pagaran nada? Esta es una buena pregunta para empezar a orientarte hacia lo que te da goce. Esto no significa que debas hacerlo gratis —tendrás que encontrar tu modelo de negocio, si es un negocio lo que tienes en mente—, pero es el mejor punto de partida para saber cuál es tu mayor fuente de placer y felicidad.

 

En el artículo Revisión de tu propósito: 10 preguntas para inspirarte te doy más ideas para buscar dónde el placer y el propósito se tocan en tu vida.

 

Mitos de la proteína #2: la proteína vegetal es inferior a la animal

Uno de los mitos más extendidos es que la proteína vegetal tiene un menor valor biológico que la animal.

 

El valor biológico depende de la proporción de aminoácidos esenciales que contiene: si le falta un aminoácido esencial o lo tiene en pequeñas cantidades, su valor biológico será bajo en comparación con una que los tenga todos en proporciones equilibradas. Por este motivo, se ha considerado que la proteína de origen animal tiene un alto valor biológico, mientras que la proteína de los vegetales y las legumbres se ha considerado menor porque tiene algún aminoácido en una proporción más baja.

 

Tanto las proteínas animales como las vegetales son proteínas completas, contienen todos los aminoácidos esenciales; la diferencia está en la composición y proporción de los aminoácidos. La proteína animal es más rica en aminoácidos que contienen azufre, como la metionina, que en exceso pueden ser perjudiciales.

Hay muchos alimentos de origen vegetal que contienen todos los aminoácidos en un rango equilibrado. La quinoa, por ejemplo, es un pseudocereal que contiene todos los aminoácidos esenciales en proporciones semejantes a la carne, con un índice de valor biológico de 100. Otros vegetales que contienen todos los aminoácidos esenciales en buenas proporciones son la soja, garbanzos, pistachos, remolacha, germen de trigo, levadura de cerveza y espirulina.

 

En ocasiones, el índice de aminoácidos es incluso más favorable a la proteína vegetal que a la animal, sobre todo cuando comparamos con las legumbres. Al comparar la cantidad y variedad de aminoácidos de 100 g de ternera y 100 g de alubias negras podemos ver que las alubias contienen más proteína y en proporciones más equilibradas.

Ilustración 2: Proporción de aminoácidos de la carne de ternera (izquierda) y las alubias negras (derecha) en 100g.[7]

El mito del valor biológico no tiene sentido por otro motivo: el “valor” de un alimento no debería depender únicamente de un nutriente, sino de su efecto total en nuestra salud. El consumo de legumbres es muy positivo para la salud, y de hecho este grupo de alimentos están asociados a una mayor longevidad y calidad de vida y son los más habituales en la dieta de las Zonas Azules, lugares donde viven el mayor número de centenarios. Por el contrario, el consumo de carne, especialmente la carne roja y procesada, catalogada como cancerígena, se ha asociado a un mayor riesgo de todo tipo de enfermedades.

 

Los alimentos de origen animal contienen también grasas saturadas, colesterol, hierro hemo y la hormona IGF-1, entre otras sustancias, además de alimentar a las bacterias patógenas en nuestros intestinos. Consumir productos de origen animal en exceso nos puede aportar proteínas a costa de serios riesgos para nuestra salud.

Mitos de la proteína #3: hay que combinar diferentes alimentos vegetales para conseguir una proteína completa

Otro mito relacionado es el de la combinación de las proteínas. Fue popularizado por Frances Moore Lappé en el libro Dieta para un pequeño planeta en los años 70, aunque en una versión posterior la autora lo corrigió, indicando que en realidad resultaba mucho más sencillo obtener todos los aminoácidos y que las reglas combinatorias eran por tanto innecesarias.

 

Según este concepto, debíamos juntar “proteínas complementarias”, como arroz y legumbres, para compensar las carencias. Algunos autores indicaban que debían combinarse en la misma comida, mientras que otros lo extendían a todo el día.

 

Hace décadas que esta teoría se refutó.[8] Resulta que nuestro cuerpo es muy inteligente y mantiene reservas de aminoácidos libres que usa para crear las proteínas que necesita.[9] También tiene un enorme programa de reciclaje de proteínas: a diario se vierten alrededor de 90 g de proteínas desde nuestro cuerpo al tracto digestivo para descomponerlas y recomponerlas según las necesidades del momento.[10] Esto hace que sea prácticamente imposible diseñar una dieta basada en plantas y alimentos integrales que sea deficiente en proteínas, siempre y cuando obtengamos suficientes calorías.

La posición de la Academia de Nutrición y Dietética (la organización a nivel global más grande de profesionales de la nutrición) es que la proteína de una variedad de alimentos vegetales que se consumen durante el día aporta suficiente cantidad de todos los aminoácidos esenciales, y que “los términos proteína completa o incompleta en relación con las proteínas vegetales son engañosos. (…) Las dietas vegetarianas, incluyendo las veganas, generalmente llegan o exceden los niveles de ingesta de proteína recomendados siempre y cuando el aporte calórico sea suficiente”.[11] La Asociación Dietética Americana concluye que con las proteínas vegetales podemos conseguir todos los aminoácidos esenciales y no esenciales sin necesidad de consumir proteínas complementarias en la misma comida.[12]

 

En un estudio sobre dietas vegetarianas a lo largo del tiempo se observó que los veganos presentaban un nivel más alto de proteínas en sangre que los omnívoros (49,3 g/l frente a 46,9 g/l).[13] Se cree que esto se debe a la inflamación que potencialmente sufren las dietas omnívoras, ya que el estado inflamatorio hace disminuir la producción de proteína en el hígado, y las dietas a base de plantas previenen y combaten el estado inflamatorio.

 

Un posible problema surge con las dietas exageradamente restrictivas, como aquellas que se basan en la ingesta de un solo tipo de alimentos (zumos o licuados, solo fruta…). Estas dietas, salvo en el encuadre de un ayuno en un corto periodo de tiempo o en el caso de alguna intolerancia, no son recomendables, especialmente sin supervisión de un médico o nutricionista. Tampoco son dietas representativas de una dieta basada en plantas, que debería ser variada y suficiente en calorías.

Algunos peligros de la proteína animal

La proteína vegetal puede cubrir sobradamente todas nuestras necesidades, mientras que la proteína animal no es inocua, sino que puede afectar negativamente a nuestra salud. El consumo excesivo de proteína y de grasas, especialmente saturadas, además de otras sustancias que contienen los alimentos de origen animal (colesterol, hormona IGF-1, carnitina y colina, entre otras), provoca un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, enfermedades neurodegenerativas, cáncer, diabetes, obesidad…

 

Vamos a ver algunos estudios al respecto.

En Sudáfrica el cáncer de colon es raro entre los africanos negros, menos de 1 caso por cada 100,000 personas, mientras que entre los sudafricanos blancos es veinte veces mayor. En un estudio se analizaron un gran número factores dietéticos para ver cuáles podían contribuir. Según los autores, “Las dietas de todos los subgrupos negros se caracterizaron por un bajo producto animal y un alto contenido de harina de maíz hervida, mientras que los blancos consumieron más productos animales frescos, queso y productos de trigo. Los negros consumieron cantidades menores de CDR de fibra (43% de la CDR), vitamina A (78%), C (62%), ácido fólico (80%) y calcio (67%), mientras que los blancos consumieron más proteína animal (177% de la CDR) y grasa (153%)”. Los investigadores determinaron que las bajas tasas de cáncer de colon entre los sudafricanos negros no podían explicarse por los factores protectores conocidos (como los fitoquímicos), ya que su dieta consistía principalmente en maíz hervido. En cambio, descubrieron que la diferencia era la falta de factores “agresivos”, específicamente “exceso de proteínas y grasas animales”.[14]

 

Este hallazgo está respaldado por un análisis del Health Professionals Follow-up Study de 48,000 hombres. Encontraron un riesgo significativo de cáncer de colon específicamente relacionado con el consumo de proteínas animales.[15] Por otro lado, un metaanálisis de 13 estudios prospectivos a gran escala que siguieron a 725,000 hombres entre 6 y 20 años también encontró que la ingesta de fibra solo se correlaciona débilmente con la disminución de las tasas de cáncer colorrectal. Puede ser que evitar la proteína de la carne sea más importante que comer muchos productos ricos en fibra.[16]

 

Un estudio realizado en Uruguay en 2009 encontró una asociación definitiva entre el consumo de carne y el cáncer de colon, gástrico y faríngeo. Los animales que se consumieron habían sido alimentados con pasto y estaban libres de hormonas, tal como lo recomiendan las personas que siguen la dieta Paleo, pero el riesgo de cáncer se mantuvo alto.[17] El HCA, PhIP, IGF1, colesterol, grasa saturada…, se producen tanto en la carne ecológica alimentada con pasto como en los animales de granjas industriales.

La hormona IGF-1 y el cáncer

El factor de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF1) es una hormona de crecimiento humana producida en el hígado y otros tejidos. La producimos durante toda la vida, y en las cantidades adecuadas nos ayuda a crear nuevos tejidos y sintetizar ADN celular. La deficiencia de IGF1 se correlaciona con el enanismo, mientras que si se nace con una enfermedad en la que se produce demasiado IGF1, se desarrolla acromegalia (gigantismo). Las personas que padecen acromegalia mueren prematuramente, ya sea por insuficiencia cardíaca o por cáncer, especialmente de mama, próstata y colon.[18]

 

Al colocar células (cancerosas o normales) en una placa Petri y exponerlas a IGF1, las células se activan y crecen, lo cual es parte del desarrollo del cáncer. Esta hormona también inhibe la apoptosis, o muerte celular, que forma parte de los mecanismos que tiene el organismo para evitar que proliferen células dañadas o cancerosas. Las células cancerosas pierden la capacidad de autosuicidarse, que es una razón por la cual el cáncer puede propagarse de manera tan agresiva.[19] Las células de la próstata son especialmente sensibles a los efectos de IGF1.[20]

 

Hay una estrecha relación entre la dieta que llevamos y los niveles de IGF1 en el cuerpo. La restricción en la ingesta de proteínas animales hace que los niveles de IGF1 caigan, lo cual disminuye el riesgo de estos cánceres y aumenta la longevidad total. Las personas que llevan una dieta exclusivamente basada en plantas tienen mucho menos IGF1 circulante que aquellas que comen carne y productos lácteos.[21]

 

Las vacas lecheras son tratadas habitualmente con hormonas de crecimiento para llevarlas a la edad de producción de leche lo más rápido posible. Este IGF1 entra en la leche que producen y es absorbido por nuestro cuerpo cuando la bebemos (incluso cuando está pasteurizada).[22] Incluso la leche orgánica libre de hormonas contiene IGF1, ya que los terneros bebés necesitan crecer mucho en un corto período de tiempo, y por este motivo la naturaleza provee a la leche de esta hormona.

 

Un estudio de 2002 encontró que los veganos tenían niveles significativamente más bajos de IGF1 y niveles significativamente más altos de una proteína que se une a IGF1 y la elimina de la circulación sanguínea. Los investigadores llegaron a la conclusión de que una dieta con un exceso de proteínas se asociaba con niveles más altos de IGF1.[23] Otro estudio encontró que a pesar de tener niveles más bajos de IGF1, los hombres veganos tenían niveles de testosterona más altos que los vegetarianos o los que comen carne.[24]

Varios estudios relacionan IGF1 con el cáncer de mama.[25] El Nurse’s Health Study encontró una fuerte correlación especialmente en las mujeres premenopáusicas.[26] Un metaanálisis de 2010 de 17 estudios prospectivos encontró que el aumento de los niveles de IGF1 está asociado con el cáncer de mama sensible a las hormonas tanto en mujeres pre- como posmenopáusicas.[27]

La carnitina y la colina afectan a nuestra salud intestinal a través del TMAO

Ha habido mucho interés recientemente en los nutrientes carnitina y colina, ambos encontrados en altas concentraciones en la carne roja (carnitina) y los huevos, lácteos, marisco, carne blanca y pescado (colina). También es posible encontrar carnitina y colina en ciertos refrescos y bebidas energéticas y en algunos suplementos.

 

Estos nutrientes son muy similares estructuralmente y pueden descomponerse en los intestinos en un compuesto llamado TMAO (trimetilamina N-óxido), que está directamente relacionado con el desarrollo de enfermedades cardíacas y con el cáncer de próstata.

 

En un estudio de 2013 los investigadores siguieron a 4000 personas durante tres años. Aquellos con los niveles más altos de TMAO tuvieron significativamente más ataques cardíacos, derrames cerebrales y un porcentaje más alto de riesgo de muerte en general.

 

Los niveles altos de TMAO se corresponden con el consumo de alimentos también altos en grasas saturadas y colesterol, por lo que al principio se pensó que este compuesto podría ser solo un indicador; es decir, podía señalar una correlación, en vez de una causa, de estos problemas de salud. Sin embargo, “los niveles de TMAO predicen el riesgo de ataques cardíacos, derrames cerebrales y muerte independientemente de los factores de riesgo cardiovascular tradicionales”, tener el colesterol alto o bajo, presión arterial alta o baja, actúan de manera independiente.[28] Este hallazgo se ha replicado en otros estudios: niveles de TMAO altos se corresponden con hasta nueve veces más probabilidades de enfermedad cardíaca, incluso después de controlar la ingesta de carne, pescado y colesterol.[29]

 

No necesitamos consumir carnitina, ya que nuestro hígado la produce por sí mismo; sí que necesitamos consumir una pequeña cantidad de colina, que es posible encontrar también en legumbres (57 mg/100g), verduras (15 mg), cereales (13 mg) y fruta (7 mg). Sin embargo, no son la colina ni la carnitina lo preocupante, sino el compuesto tóxico TMAO que ciertas bacterias producen a partir de estos.

 

Se ha descubierto que al dar de comer carne o huevos a personas veganas, estas no crean el cancerígeno TMAO, puesto que es la flora bacteriana la que convierte la carnitina o la colina en TMAO, y al llevar una dieta que promueve bacterias que se alimentan de fibra, los intestinos de estas personas carecen de las bacterias que transforman estos compuestos en TMAO.[30] Es por eso que las fuentes vegetales de colina son más saludables, ya que promueven bacterias que se alimentan de fibra y no convierten la colina en TMAO. La producción de TMAO también disminuye después de recibir antibióticos, puesto que estos eliminan la flora bacteriana, tanto la buena como la mala. Comer carne cambia enormemente la flora intestinal, lo que se traduce en un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, cáncer de próstata y de colon.[31]

 

Los huevos en particular son muy ricos en colina (251 mg/100g).[32] Un estudio prospectivo de hombres diagnosticados con cáncer de próstata descubrió que consumir grandes cantidades de huevos y piel de pollo duplicaba el riesgo de progresión o recurrencia del cáncer. Aquellos hombres considerados de alto riesgo de recurrencia eran aún más susceptibles; su riesgo se cuadruplicó en comparación con los hombres que comieron la menor cantidad.[33] El Health Professionals Follow-up Study de 2012 descubrió que los hombres que comieron la mayor cantidad de huevos aumentaron su riesgo de morir de cáncer de próstata en un 70%.[34]

La restricción de metionina, la ventaja de comer legumbres

Otro compuesto presente en la proteína animal es la metionina. La metionina es un aminoácido esencial, lo que significa que no podemos producirlo y debemos obtenerlo a través de nuestra dieta. Se encuentra en altas concentraciones en huevos, pescado, carne, y también en algunas semillas y nueces, aunque en menor cantidad en frutas, verduras y legumbres. Necesitamos una pequeña cantidad de metionina, pero parece que demasiada puede ser perjudicial, incluso cancerígena.

 

Hace tiempo que sabemos que la restricción calórica aumenta la longevidad, es decir, comer menos alarga la vida, y ahora estamos entendiendo mejor por qué. No se trata solo de reducir calorías en general, sino especialmente las calorías provenientes de alimentos de origen animal, que tienden a acortar la vida. Reducir específicamente la metionina parece disminuir el riesgo de cáncer al prevenir la oxidación de las mitocondrias,[35] un fenómeno observado en roedores, otros mamíferos y algunos cánceres humanos.[36]

 

Curiosamente, la baja cantidad de metionina en las legumbres, que se consideraba una desventaja, puede ser una ventaja. Dado que las dietas que restringen la metionina pueden disminuir la generación de radicales libres, reducir los marcadores de enfermedades crónicas y aumentar la longevidad, esta “desventaja” se convierte en una gran ventaja. Esto explica el importante papel de las legumbres en dietas saludables como la dieta mediterránea. Además, la proteína de soja, también baja en metionina, es particularmente beneficiosa.[37]

 

Algunos defensores de dietas bajas en carbohidratos creen que el azúcar es la raíz de todos los problemas y sugieren privar al cáncer de azúcar. Sin embargo, este enfoque es problemático porque todas las células necesitan hidratos de carbono, por lo que matar de hambre al cáncer implica matar de hambre a todo el cuerpo. Además, al eliminar los carbohidratos, muchas personas consumen más carne, lo que reduce los antioxidantes y aumenta las sustancias cancerígenas.

 

En un artículo de 2003, los investigadores revisaron estudios in vitro (en laboratorio) e in vivo (en el cuerpo) que muestran que la restricción de metionina daña a las células cancerosas pero no a las normales. Parece que las células cancerosas necesitan metionina para reproducirse, mientras que las células normales no. Los investigadores sugieren que la restricción de metionina podría ser una estrategia terapéutica útil junto con la quimioterapia.[38] La dependencia de la metionina se observa no solo en el laboratorio; los tumores de pacientes muestran que muchos cánceres, como los de colon, mama, ovario, próstata y piel, dependen de la metionina.[39]

 

Las compañías de quimioterapia están tratando de desarrollar medicamentos que eliminen la metionina, pero dado que obtenemos metionina principalmente de los alimentos, una mejor estrategia podría ser reducir su ingesta. Para “matar de hambre” a las células cancerosas, es más recomendable adoptar una dieta basada en plantas que naturalmente reduzca la metionina, un nutriente esencial para que las células cancerosas se dividan, sin dañar la capacidad natural de curación del resto de las células del cuerpo.[40]

Conclusión

En el artículo hemos visto tres de los mitos más comunes en torno al consumo de proteína y hemos descubierto qué otros problemas vienen asociados no solo al consumo excesivo de proteína, sino al consumo específico de la proteína de origen animal: la hormona IGF-1, la carnitina y la colina y el exceso de metionina. Esto es un factor importante para que podamos decidir con consciente a la hora de alimentarnos.

 

Si decides adoptar una dieta basada en plantas, no necesitas preocuparte excesivamente del aporte de proteína mientras comas suficiente y de forma variada (verduras, frutas, legumbres, cereales integrales, setas, algas…).

 

Siempre recomiendo que cualquier cambio grande en tu dieta lo hagas acompañada por un experto, sobre todo si padeces alguna enfermedad o tomas algún tipo de medicación: muchas personas que pasan a una dieta vegetariana o vegana dejan de necesitar fármacos para reducir el colesterol o el azúcar en sangre, por lo que seguir tomándolos cuando ya no los necesitan puede acarrear problemas de salud.

 

Desde NEAC, Nutrición Emocional y Alimentación Consciente, apoyamos que cada persona descubra por sí misma lo que es mejor para ella. En la alimentación influyen factores físicos como los que hemos visto, pero también factores emocionales: la alimentación también es emocional. Si estás buscando alimentarte mejor, reconocer lo que es bueno o no para ti, te recomiendo que pruebes y que te escuches.

 

Una parte importante es tener la información, datos como los que hemos visto en este artículo, y otra igual de esencial es tener la experiencia. Puedes animarte a apartar la proteína animal o reducirla durante unas semanas para ver cómo te encuentras.

 

Si lo pruebas, cuéntamelo: me encantará conocer tu experiencia y, si tienes alguna duda, estoy aquí para ayudarte.

 
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Hacer la transición hacia una dieta más vegetal o 100% vegetal va a ayudar enormemente a tu salud, pero es esencial aprender unas bases de nutrición para hacerlo de forma segura, evitando los errores más comunes.

 

En el artículo hemos visto que la proteína no suele ser un problema en las dietas vegetales y que puedes encontrarla en multitud de plantas sin que sea necesario combinarlas en la misma comida; sin embargo, hay otros nutrientes como el omega-3, el calcio, la vitamina D o la vitamina B12 de los que tenemos que informarnos un poco más para asegurarnos de que obtenemos en suficiente cantidad.

 

Además, igual de importante que tener unas buenas bases de nutrición es saber cocinar las plantas de forma que las disfrutemos al máximo. Si no hay placer, es muy difícil que los hábitos se mantengan. Por eso en todas mis formaciones y talleres comparto recetas que son a la vez medicinales y sabrosas y que gustarán a todo el mundo, desde los niños hasta los paladares más carnívoros.

 

Si te apetece adentrarte en el mundo de la alimentación vegetal, te invito a que descubras mi curso online de Alimentación Saludable Basada en Plantas, que contiene toda la información necesaria para que puedas mejorar tu alimentación y adaptar la dieta a tus necesidades, con menús, recetas y lista de la compra para que te resulte fácil y divertido.

 

Y si quieres realizar este cambio acompañada y que cocinemos juntas, me gustaría invitarte a que conocieras mi formación anual de Cocina vegetariana y saludable presencial en Valencia.

Referencias
  1. Grandison RC1, Piper MD, Partridge L. «Amino-acid imbalance explains extension of lifespan by dietary restriction in Drosophila». Nature. 2009 Dec 24; 462(7276):1061-4 2009 Dec 2.
  2. Ericson U. et al. «High intakes of protein and processed meat associate with increased incidence of type 2 diabetes». Br J Nutr. 2013 Mar 28;109(6):1143-53.
  3. N Rizzo, K Jaceldo-Siegl, J Sabate, G E Fraser. «Nutrient Profiles of Vegetarian and Nonvegetarian Dietary Patterns». Journal of Academy of Nutrition and Dietetics. 2013 Dec;113(12):1610–1619.
  4. Otten J HJ, Meyers L, editors. (2006). Dietary Reference Intakes: The Essential Guide to Nutrient Requirements. Washington (DC): The National Academies Press.
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  12. Young VR1, Pellett PL. «Plant proteins in relation to human protein and amino acid nutrition». Am J Clin Nutr. 1994 May;59(5 Suppl):1203S-1212S.
  13. Benzie, Iris et al. «Biomarkers in Long‐Term Vegetarian Diets». Advances in Clinical Chemistry 47, 2009, 171-222.
  14. O’Keefe, S. J., et al. «Rarity of colon cancer in Africans is associated with low animal product consumption, not fiber». Am J Gastroenterol, 1999, 94(5), 1373–1380.
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